sábado, 1 de septiembre de 2007

Rab. Werbin - Espejos

Ver para creer. La raza humana está necesitada de ver para creer y el pueblo judío no fue la excepción. No fuimos, ni seremos la excepción, somos un fiel reflejo de la raza humana.

Tan imperioso fue para el pueblo judío ver, contemplar y tener qué observar, que durante la travesía de cuarenta años en el desierto fue necesario e inevitable la construcción de un tabernáculo. Este tabernáculo, de acuerdo al relato bíblico era el lugar donde moraba la presencia divina. D´s debía tener un hogar, una residencia, un lugar físico, visible, aquí en la tierra. Pero no era una morada cualquiera y exclusiva, todos participaron de la construcción, los ricos y los pobres, los hombres y las mujeres. Todos fueron socios en la construcción del mishkan.

De los cerca de 20 capítulos del libro de Shmot y demás capítulos del Vaikra y Bamidvar que dedica la Tora para la construcción, consagración, e inauguración del mishkan, hay un versículo que me sorprende por su originalidad.

Besalel, el arquitecto: “hizo un lavamanos de cobre y su base de cobre, con los espejos de las mujeres congregadas, las que se habían aglomerado a la entrada de la Tienda de Reunión.”( Shmot 38:8) Es decir que las mujeres que no tenían joyas, ni dinero para dar, entregaban lo que consideraban su objeto más valioso, su espejo de cobre pulido.

Teniendo la posibilidad de entregar cualquier otro elemento, a saber ollas, cucharas, u otros objetos, decidieron entregar sus espejos, el único elemento que les permitía verse a sí mismas.
Pero lo más llamativo es el comentario de Rashi, el comentarista clásico de la Tora, que dice que Moisés se había negado a recibir esta donación por parte de las mujeres, porque de acuerdo a lo que él sostenía, los espejos desviaban a las mujeres por el mal camino, inducían al ietzer hara, a la fuerza del mal y por ende no era digno de ser recibido.
Cuando D´s se entera de lo que estaba haciendo Moshe se entabla el siguiente diálogo entre ellos: D´s dice: Moshe, recíbelos, puesto que son la mejor donación que pude haber recibido.
Moshe contesta con una pregunta: Y cual es el motivo por el que consideras a los espejos el mejor regalo?
D´s contestó: cuando los hombres estaban agobiados por el trabajo forzoso en Egipto, las mujeres se miraban al espejo, se arreglaban, se maquillaban y seducían a los hombres, de esa forma los maridos se entusiasmaban y el pueblo logró transformarse en numeroso. Las 70 almas que descendieron a Egipto con el patriarca Jacob se transformaron en 600.000 hombres sin contar mujeres y niños.
Cuán particular es esta historia, los que menos tenían, los mas humildes, traían sus espejos.
Qué simboliza el espejo?
Quiero responder este interrogante con el famoso relato mítico de Eco y Narciso.
Los bosques están llenos de misterios y secretos, de genios, de duendes y de ninfas. Sobre todo de ninfas, esas niñas gráciles, puras, veloces como golondrinas y bellas como Eco.

Sí, Eco también era una ninfa, tan ninfa como todas las demás ninfas: joven, alegre y ágil. Pero con un defecto: era charlatana.
Solamente por ser charlatana, por tener ese único defecto, los dioses la castigaron.
Con voz grave y triste Hera, la esposa de Zeus, le dijo: Ya no hablarás como lo hace todo el mundo. De ahora en adelante sólo hablarás para responder. ¡Siempre dirás la última palabra!
Eco, indefensa ante el enorme poder de los dioses, tuvo que resignarse a tan triste castigo.
Cuando las otras ninfas del bosque la invitaban a jugar:
¡Eco, ven, vamos a jugar a la fuente!

¡A la fuente! respondía Eco.

Cuando los cazadores la invitaban a cazar:
¡Eco, vamos a cazar a la luz de la Luna!

¡La Luna! respondía Eco.

Y ya nadie pudo entenderse con ella.
Eco se transformó en una ninfa solitaria. Por su parte, Narciso era un muchacho precioso, hijo de la ninfa Liríope. Cuando él nació, el adivino Tiresias predijo que si veía su imagen en un espejo sería su perdición, y así su madre evitó siempre espejos y demás objetos en los que pudiera verse reflejado. Narciso creció así hermosísimo sin ser consciente de ello, y haciendo caso omiso a las muchachas que ansiaban que se fijara en ellas. Tal vez porque de alguna manera Narciso se estaba adelantando a su destino, siempre parecía estar ensimismado en sus propios pensamientos, como ajeno a cuanto le rodeaba. Daba largos paseos sumido en sus cavilaciones, y uno de esos paseos lo llevó a las inmediaciones de la cueva donde Eco moraba. Nuestra ninfa lo miró embelesada y quedó prendada de él, pero no reunió el valor suficiente para acercarse.
Narciso era tan joven como Eco, tan ágil como Eco, pero también como Eco anteriormente, tenía un defecto.
Un defecto mucho más feo: despreciaba a todo el mundo.
No hacía caso de nadie.
¿Quién eres? preguntó Narciso a Eco en cuanto la vio.

¡Eres! contestó Eco, avergonzada, ocultándose detrás de una roca.

¿Por qué te escondes? ¡Sal de ahí! le gritó Narciso, herido en su amor propio.
¡Ahí! fue lo único que pudo decirle Eco, incapaz de explicarle lo que realmente le ocurría.

¡No quiero verte más! le dijo Narciso, enojado y alejándose rápidamente.
¡Más! fue la última palabra de Eco.

Y se dio cuenta de su terrible castigo. Decidió entonces no abandonar más aquél lugar en la roca.
Su cuerpo se endureció bajo la acción de la fina lluvia y la nieve. Se fue tornando cada vez más gris y opaco, hasta que al final de sus días no se podía distinguir cómo era Eco.
Se había transformado en piedra. Pero seguía conservando su voz. Una voz que sólo servía para repetir la última palabra que oía.
Por eso cada vez que pasaban por allí las ninfas, decían: Ahí está la triste Eco.
Eco repetía una voz atada a un cruel destino. Era, naturalmente, la voz de Eco. Narciso se olvidó muy pronto de Eco.

Siguió viviendo como siempre, despreciando a toda ninfa que encontraba en su camino. Cansado un día de cazar, se inclinó a beber en una fuente que brotaba cerca de la roca en la cual vivía petrificada Eco.
Y en el mismo momento en que vio su imagen reflejada en el agua, se enamoró de ella.
¡Qué rostro más hermoso! ¡Qué mirada tan profunda! exclamó, y le preguntó después.

Pero la imagen no le respondió, porque las imágenes no responden.
Y cuando él sonreía, sonreía también la imagen.
Decidido a atrapar esa imagen, obnubilado por su propia belleza, se lanzó al agua y murió ahogado.
Miren ustedes que paradoja.
Para la tradición judía, el espejo, era el regalo mas preciado que se recibió para la construcción del tabernáculo. Para la mitología griega el reflejo de la propia imagen, el espejo, terminó siendo una trampa mortal para el protagonista del mito. Para las mujeres judías era un instrumento de adoración y dedicación a D´s.
Para Narciso el espejo representaba la adoración de sí mismo. Para Narciso el espejo es el arquetipo del egoísmo, el individualismo y la avaricia. Para el judaísmo el espejo representa la generosidad, el altruismo y la filantropía.
Para los griegos Atenas representa el culto al hombre, para los judíos Jerusalem representa el culto a D´s.
Una de los lugares que más me impactó y me conmovió conocer durante el tiempo que viví en Jerusalem fue la casa del escritor Shai Agnon. Su impresionante biblioteca sigue intacta aún. Pero lo más sorprendente es que cada libro tiene uno o más papelitos, que marcan la página que Agnón quiso señalar. La guía nos contó que cada papelito reflejaba en parte la personalidad de Agnon que dejó una marca registrada en la literatura.
Agnon que vivió entre 1888 y 1970 fue el primer escritor en hebreo en recibir un premio nobel de literatura en 1966.
Cuenta Shai Agnon la historia de una aldea lejana en la que no existían los espejos, ningún habitante de ese pueblo sabia lo que era un espejo ni había visto jamás su propio rostro reflejado. Pero un día un comerciante de la aldea le trajo de regalo a su esposa de uno de sus viajes un espejo. La esposa lo miró, y sin entender mucho lo que era le empezó a gritar y pegar a su marido enojada: por que traes a la casa un retrato de mi hermana, acaso te parece mas linda que yo? Un vecino que pasaba y escuchó los gritos entró a la casa y pregunto: a que se debe tanto escándalo? Es que mi marido pretende que yo cuelgue en mi casa la foto de su amante, mire. Y la mujer le entrego el espejo al vecino, quien se miró en él y exclamo: ¿Cómo de su amante? Este es el retrato de mi padre, como es que lo tiene usted? En eso se empezó a juntar la gente de la aldea alrededor de aquel objeto tan raro que era para ellos el espejo. Entonces, desconcertados, llamaron al sabio del pueblo para que les explique semejante prodigio, pero él tampoco supo explicarlo, ya que cuando el tomo el espejo también creyó ver en él la figura de su maestro. Cada uno que ponía su rostro frente al espejo veía en él la imagen de un familiar o de un ser querido, sin sospechar que en realidad era su propio rostro el que estaban observando.

Rosh hashaná nos enfrenta a nuestra propia imagen, durante el año que pasó nos hemos mirado al espejo decenas de veces, hoy debemos mirarnos al espejo con una mirada de sinceridad y recogimiento.

Que imagen vemos?

Vemos reflejados a nuestros padres? Hemos sido fieles a su legado? Estarán ellos orgullosos de nuestro comportamiento durante el año que pasó? Estamos honrando su memoria? Supimos discernir entre los momentos en que el amor los encegueció y nos dieron consejos erróneos de aquellos que fueron realmente pensados, madurados?
Estamos educando a nuestros hijos de la misma manera que lo hicieron ellos o mejor?
Que imagen vemos reflejada en nuestro espejo? Vemos a nuestros maestros? Aprendimos su lección? Hemos sido respetuosos de su autoridad o los hemos criticado sin conocer sus argumentos y sus objetivos pedagógicos?
Los recordamos cuando aplicamos los conocimientos que nos han enseñado?
A quien vemos hoy en nuestro espejo? Vemos a nuestros hijos? Son hijos educados, respetuosos, cordiales? Saludan a los mayores? Aprendieron a decir buenos días, gracias, por favor, perdón? Les enseñamos a valorar lo que tienen y a ayudar al que no tiene?
A quien vemos hoy en nuestro espejo?
Nos vemos a nosotros mismo? Cuantos años de vida nos queda? Cómo pensamos vivirlos? Que legado dejaremos más allá de lo material?
Serán nuestras acciones recordadas para bien o para mal?
En que se ha transformado nuestro espejo? Hemos sido egoístas y narcisistas? Quisimos ver solamente nuestra imagen?
O transformamos nuestro espejo en un elemento consagrado, en un objeto dedicado a compartir con los demás?
Cuando regreses hoy a tu casa y te mires al espejo, a ese que veas reflejado deséale shana tova umetuka, que tenga un buen año.

No hay comentarios: