Rab. Mlynski - Hay algo nuevo bajo el sol

El rabino da una predica y al día siguiente un congregante le dice que a la noche no pudo dormir. El rabino piensa que fue por el efecto de su predica y le pregunta:

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"¿Tanto te movilizó mi prédica?".

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A lo que el congregante responde: "No, lo que sucede rabino es que dormí tan profundamente durante su prédica que a la noche no pude dormir".

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Les doy permiso para que se duerman durante la predica del rabino pero no a que se duerman durante este año. Y menos durante este año.

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Si uno va a la farmacia puede encontrar un sin numero de medicinas para conciliar el sueño. De todos los colores y todos los tamaños.

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Pero en la botica de nuestra tradición podemos encontrar un sinnúmero de medicinas para no quedarnos dormidos.

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Una de ellas es Rosh Hashana, otra es el toque del Shofar.

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“Despertaos los sumidos en sueños” dice un texto de Maimónides como plegaria introductoria a escuchar los emotivos sonidos del Shofar. No nos quedemos dormidos.

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Siempre me ha llamado la atención el dialogo entre D-s y Abraham por un lado y el Itzjak y Abraham por el otro donde ambos diálogos tienen un punto en común. En el primero d-s dice Abraham Abraham y en el segundo Itzjak le dice a Abraham, “Abi, Abi” y en ambos Abraham responde "Hineni" (Aquí estoy).

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Se han hecho innumerables interpretaciones sobre estos pasajes.

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¿Por que necesitan repetirle a Abraham, “Abraham, Abraham”, “abi abi”?

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Creo que Abraham esta dormido. De una manera particular. Me imagino que D-s viéndolo ensimismado en sus pensamientos lo toma de sus hombros y sacudiéndolo suavemente le dice “Abraham, Abraham”.

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Abraham esta dormido de una manera particular.

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Le han pedido que sacrifique a su hijo, su primogénito y se dirige hacia lo que sería el altar. Abraham se ha desconectado por unos instantes de la realidad, debe imaginarse como será un mundo sin su hijo, como será su futura relación con un D-s que le ha pedido sacrificarlo.

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No quiere ver el camino, no quiere ser conciente por unos instantes que esta encima de su burro dirigiéndose al monte Moriá.

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Quizás Abraham quiera estar en otro lado. Lejos de allí. Como nos sucede a veces a nosotros.

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Frente a situaciones difíciles y complejas pensamos "como me gustaría estar lejos de aquí" hasta que alguien nos sacude suavemente y nos dice esta es tu realidad desafíala y afróntala con cariño, con pasión y sabiduría.

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Desde pequeños nos enseñan en la escuela que uno de los motivos por el cual tocamos el Shofar es el recordar el sacrificio de Itzjak.

El momento en que el ángel enviado por D-s detiene el cuchillo de Abraham y en lugar de Itzjak se sacrifica un carnero que quedó enredado con sus cuernos en un arbusto. Los cuernos de ese carnero se remontan al Shofar de hoy en día. Pero nunca nos explicaron el por qué.

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¿Por qué relacionar uno de los episodio más controvertidos y límites de toda la Torá con el toque del Shofar?

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¿Que es lo que une conceptualmente el sacrificio de Itzjak con el sonido del Shofar?

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De acuerdo con nuestros sabios el mundo está compuesto por dos elementos básicos: el "Dibúr" (la palabra) y el “Kol” (la voz).

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“Dibur” y “Kol” conviven conjuntamente. Superficialmente se presentan como ideas muy parecidas, confundimos ambos conceptos por que van juntos, a primera vista parecen lo mismo aunque en realidad no lo son.

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La palabra, el “Dibur” en sí es considerada por los Jajamím como una vestimenta, un ropaje exterior que cubre y protege la semilla principal, la esencia y el centro que es el “Kol”, la voz, muy interna, muy profunda.

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La palabra, “Dibur” reviste como una cáscara al “Kol”, la voz, lo oculta de nosotros y de los demás.

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La palabra representa el mundo de las apariencias, del culto a lo externo, de la mentira. El “Kol”, la voz, representa la sinceridad y la integridad, lo que esta detrás de la cáscara, lo que a veces nos cuesta mostrar.

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Hay un pasaje del Talmud que dice lo siguiente “hay 2 voces que se escuchan de un extremo al otro del mundo, una es la voz del sol y la otra la voz de un niño cuando nace”.

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¿Qué es la voz del sol?

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Recordarán ustedes el pasaje “no hay nada nuevo bajo el sol”. Esa es la voz del sol. La voz de la inercia.

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La voz de un sistema en el que vivimos donde no hay nada nuevo, hay un orden determinado en el cual vivimos y nos protegemos.

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Sabemos que el sol sale por el este y nos tranquiliza saber que se pondrá por el oeste. Es cíclico y repetitivo. En él aparentemente esta todo en orden y eso nos tranquiliza.
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No preguntamos nada sobre está voz sobre la voz del sol. No preguntamos acerca de dónde viene, ni tampoco pensamos si algún día se va a terminar. Siempre ha sido así y pensamos que así seguirá.

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Es un “Kol”, una voz, que nos tapa los oídos y la conciencia. Nos adormece.

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Así vivimos nosotros.
En una cáscara.

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Pero esta la otra voz, la del niño que nace la que nos anuncia que No hay absolutamente nada obvio, no hay absolutamente nada asegurado, las leyes que nosotros creemos que son eternas y que nos protegen, se rompen el día en que tienen que quebrarse sin que nadie nos avise y sin que nadie nos pregunte. Esa es la voz de Itzjak del niño.

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El sacrificio de Itzjak al contrario de la voz del sol es la voz que rompe con todas las reglas. No es común que D-s pida a un padre que sacrifique a su hijo como muestra de fe, no esta dentro de lo preestablecido que un padre acepte sacrificar a su hijo.

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El episodio del sacrificio de Itzjak rompe con todos los parámetros, nos sorprende, nos angustia y nos preocupa. Nos dice que si hay algo nuevo bajo el sol. Nos plantea una situación fuera de todas las reglas que conocíamos. Nos sacude suavemente el hombro para decirnos que la realidad es distinta a la que querríamos que fuera.

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En la Torá es una situación límite, es un hombre llevado a una situación límite.

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Mientras que la voz del sol es la voz de la cáscara que nos encierra en el silencio y que nos hace vivir dentro y protegidos por un límite, la voz de Itzjak es la que nos hace vivir nuestra vida al límite.

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Así como Abraham no dudo en sacrificar a su hijo, así como Itzjak no dudo en subirse al altar así, aquel hombre que vive de acuerdo a la verdad, a sus convicciones, a su fe, siempre tendrá un altar donde sacrificarse como Itzjak.

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Por eso tocamos el Shofar como recuerdo del sacrificio de Itzjak. Para despertarnos. Por que su sonido nos pregunta: ¿Sobre qué altar estás dispuesto a sacrificarte? Este es nuestro altar.

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¿Cuales son tus convicciones por las cuales pelearías?
Este es nuestro altar.

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Y aquel que no tiene un altar sobre donde sacrificarse: aquel que no tiene por que sacrificarse...
¡Pobre de aquel que no tiene un altar donde sacrificarse!

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Pobre de aquel que escucha solo la voz del sol y no la voz de Itzjak.

Dice el Midrash que las cenizas del sacrifico estaban en el altar del Templo de Jerusalém.

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¿Qué cenizas de Itzjak vieron si a Itzjak finalmente no lo sacrificaron?
No, no mataron a Itzjak, mataron a la voz del sol, esas eran las cenizas.

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Abraham al aceptar el sacrificio de su hijo mató en ese momento la voz del sol. La voz de la inercia. La voz de que las cosas suceden porque así siempre fueron.

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Abraham Se despertó.

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Pero la voz de Itzjak nunca podrán matarla ni quemarla si es que todavía tenemos un altar por el cual sacrificarnos.

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Por eso hoy es el día del juicio. No sólo nos preguntan que hemos o no hecho en este año sino por qué vas a luchar en el año que comienza.

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No es una mirada hacia atrás solamente sino una hacia el futuro.

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Rosh hahsaná es una oportunidad para tomar conciencia que debemos tener un altar por el cual pelear hasta incluso pelear contra los ángeles mismos como lo hizo Iaakov.

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Si no tenemos un objetivo por el que luchar hay que bajarse del altar.

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¿Por que vas a luchar este año?
¡Será por una vida que pueda estar guiada y enriquecida por la tradición judía y la Torá?
¿Todos estos serán tus altares?

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Pobre de aquel que no tenga por lo que luchar.
Pobre de aquel que oiga solo a voz del sol y no la de Itzjak.
Pobre de aquel que se baje del altar.
Despertaos vosotros los sumidos en sueño.