sábado, 1 de septiembre de 2007

Rab. Werbin - El Fuego

Los mitos son narraciones maravillosas situadas en general fuera del tiempo histórico y protagonizadas por personajes de carácter divino o heroico.
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Estas historias condensan realidades humanas de carácter universal. Los especialistas en mitos fueron, como todos saben, los griegos.
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Los griegos pensaban que el fuego era un regalo del dios Prometeo, quien confió en hacer una buena obra al crear y salvar al hombre. Sobre todo, quería dar a la especie humana un poder mayor que el poseído por los animales. Pero no era fácil hallar dones más maravillosos que los otorgados a los animales por su hermano Epimeteo. Los animales salvajes tenían el valor, la velocidad y la fuerza y, a veces, alas o agudas garras. ¿Qué más podía desear un hombre? Entonces Prometeo pensó en algo extraordinario que un animal ni siquiera sabría usar.
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¡El fuego! ¡Cómo se parecería el hombre a un dios si lo poseyera! Con el fuego, empleado como arma, podría repeler a las fieras. Con su calor podría vivir más cómodamente en el tiempo más frío. Con su luz podría ver en la noche como si fuera de día. Pero Prometeo sabía que Zeus, el dios supremo de los griegos, había prohibido que el hombre tuviera aquella arma peligrosa y potente.
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Por lo tanto, él, audaz decidió robarlo. Su acto era realmente valeroso, ya que, pudiendo ver el futuro, sabía de antemano lo que le esperaba cuando se descubriera el robo. En secreto, Prometeo subió al Olimpo, y encendió una antorcha en el hogar de los dioses. Ocultando la flama en un tallo hueco, se la llevó al hombre. Cuando Zeus, al mirar desde el cielo, vio elevarse humo desde la Tierra, su ira fue terrible. Sabía perfectamente que había sido Prometeo quien se atrevió a desafiarlo.
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Prometeo fue duramente castigado por su acción, sin embargo el hombre de acuerdo a la mitología griega dispone del fuego para su beneficio.
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Tal vez inspirado por el magnífico relato de Cortazar, todos los fuegos, el fuego, hoy quiero repasar con ustedes la relación y la reacción del ser humano con el fuego.
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En nuestra tradición Abraham es el primer hombre en relacionarse con el fuego. Y lo hizo de maneras muy disímiles. Hay cuatro momentos de la vida de Abraham que quiero recordar junto a ustedes.
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Primer momento.
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Cuando era niño, de acuerdo al midrash, fue arrojado a un horno de fuego y D¨s milagrosamente lo liberó de ahí.
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El miedo, el temor y la angustia son reacciones potenciales de un niño amenazado por el fuego. La reacción natural de Abraham ante esa situación fue de pasividad, de estatismo. No hizo nada. Sólo esperó el milagro.
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Pero ésta no fue la única vez en que Abraham y los suyos se vieron amenazados por el fuego.

Segundo momento.
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En otra oportunidad, Abraham y los suyos se vieron amenazados por la tormenta de fuego y azufre que se abatió sobre Sodoma y Gomorra. En ese encuentro, Abraham junto a Lot, huyen, sin esperar una intervención sobrenatural.
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La relación con lo incandescente empieza generar respuestas en nuestro patriarca. La huida, a pesar de todo, también es una forma de reaccionar.
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Tercer encuentro.
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Un nuevo contacto con el fuego se produce durante el pacto con D´s, brit bein habetarim, en el que D´s le promete una descendencia fructífera. Una antorcha atraviesa los animales que Abraham mismo había sacrificado.
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A una edad mas avanzada Abraham se encuentra nuevamente con el fuego, pero en esta ocasión ya no necesita evadirse de él, lo puede dominar y lo transforma en un agente del pacto, el fuego es el mediador entre D¨s y Abraham.
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Cuarto momento.
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En este encuentro lo mas extraordinario y lo que lo destaca por sobre el resto, es que Abraham es el primero en tomar el fuego en sus manos. Abraham es el primero en disponer de este elemento y convertirlo en su instrumento de persuasión. Abraham lo posee, lo domina y con el se encamina hacia la acción.
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Esta mañana leemos en la Torá: “Y tomó Abraham los leños para el sacrificio y los puso sobre Itzjak su hijo, y tomó en su mano el fuego y el cuchillo y caminaban los dos juntos.”

Cada una de las formas en que Abraham, nuestro patriarca, se relaciona con el fuego es similar a la manera en que cada uno de nosotros podemos enfrentar la vida.
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Comienza un nuevo año y con él una nueva oportunidad.
Como nos enfrentaremos al calor de la vida?
Como responderemos al llamado del fuego sagrado de la existencia?
Cual será entonces, el destino que le daremos al fuego de nuestro ser?

Podemos ser simples espectadores, testigos presenciales. Podemos esperar tranquilamente la llegada de un milagro mientras el fuego consume nuestros momentos más preciados.
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Tenemos la posibilidad de huir, de escapar al desafío único e irrepetible que se nos presenta. Acaso somos personas dotadas de coraje? Tal vez sea mejor abandonar antes que el desafío mismo nos consuma.
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Quizás nuestra elección sea quedarnos y negociar, transar. Hacer un pacto de no agresión con nuestra vida. Vivirla sin grandes emociones, sin tristezas pero también sin logros, sin la felicidad de compartir con el prójimo las satisfacciones de ambos.
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Negociar es una alternativa viable. El fuego de nuestros días será tenue, sutil, etéreo. No logrará quemarnos pero jamás nos brindará el calor que anhelamos.
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Cada uno elige con que momento de la vida de Abraham se identificará.
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Por último nos queda una opción, que no por ser la última es la menos aconsejable, por el contrario.
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Abraham avinu nos enseña a tomar el fuego con las manos, a enfrentar el desafío cotidiano sin temores, asumiendo los riesgos y apostando a mejorar.
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Aún frente al reto más temido, el sacrificio de su propio hijo, Abraham nos demuestra que debemos ser protagonistas, actores principales.
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No permitamos que nadie se apropie de nuestro fuego, no admitamos que otros se apoderen del fuego que nos pertenece. No seamos víctimas del robo de nuestro fuego como el sucedió a Zeus. Nuestro fuego es único e irrepetible. Debemos tomarlo con nuestras manos.
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Tomar el fuego con las manos no es observar, es actuar, no es escapar, es quedarse y enfrentar, tomar el fuego con las manos, no es negociar, es conquistar, es avanzar sin temores hacia adelante.
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Tomar el fuego con las manos es entender que nuestra vida no es una botella que debemos llenar sino una antorcha que debemos encender.
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Tomar el fuego con las manos es ser los responsables de nuestros actos, es asumir con dignidad y orgullo nuestra identidad judía, es recordar en cada instante que el fuego nos anima, nos estimula, nos alienta a seguir progresando.
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Como la columna de fuego que guiaba al pueblo de Israel por el desierto, como el Monte Sinaí cuando recibimos las tablas de la ley, como Isaías frente a los falsos profetas, hoy más que nunca debemos tomar el fuego con las manos.
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Tomar el fuego con las manos significa ser solidarios, tomar el fuego con las manos significa salir en busca del necesitado abriendo la mano para dar calor sin esperar nada a cambio.
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Tomar el fuego con las manos no es dudar, no es especular, es ser dueño de las convicciones sin titubeos.
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Hoy somos juzgados frente a D¨s. Un año nuevo comienza y con el una nueva oportunidad.
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Seamos fieles seguidores de nuestra tradición, seamos seguidores del ejemplo de nuestro patriarca, seamos nosotros mismos los que tomemos el fuego con las manos.

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