sábado, 1 de septiembre de 2007

NUEVO Rab. Werbin - El Abuelo Izkor

La música es la expresión del arte que trata de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos o de unos y otros a la vez de suerte que produzcan deleite conmoviendo la sensibilidad ya sea alegre, ya tristemente.
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No soy del tipo de personas que particularmente me siento a escuchar música como una actividad sistemática, sin embargo respeto y admiro a quienes tienen la paciencia y el interés para hacerlo y disfrutar de esos momentos. Yo escucho música principalmente en el carro, a través de la radio o a través de cd y lo hago para relajarme mientras manejo. Habitualmente no puedo prestar atención a las letras de las canciones, pero hace unos días mientras escuchaba un disco de Alberto Cortéz, descubrí una canción fascinante.
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Me tomé el atrevimiento de hacer un pequeño cambio, que si bien no modifica la esencia de la canción, creo que la hace más nuestra. Cambié la palabra España por la palabra Lituania para mantener la rima, podría haber sido, Polonia, Rusia, Rumania o cualquier sitio de Europa de donde vinieron nuestros abuelitos.
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Esta es la canción

El abuelo, un día, cuando era muy joven allá en su Lituania miró el horizonte y pensó que otra senda tal vez existía. Y al viento del Norte que era un viejo amigo le habló de su prisa, le mostró sus manos que, mansas y fuertes, estaban vacías. Y el viento le dijo: "Construye tu vida detrás de los mares, allende Lituania".
Y el abuelo, un día, en un viejo barco se marchó de Lituania. El abuelo, un día, como tantos otros, con tanta esperanza. La imagen querida de su vieja aldea y de sus montañas se llevó grabada muy dentro del alma cuando el viejo barco lo alejó de Lituania.
Y el abuelo, un día, subió a la carreta de subir la vida, empuñó el arado, abonó la tierra y el tiempo corría.
Y luchó sereno por plantar el árbol que tanto quería. Y el abuelo, un día, lloró bajo el árbol que al fin florecía.
Lloró de alegría cuando vio sus manos que un poco más viejas no estaban vacías.
Y el abuelo, entonces, cuando yo era niño, me hablaba de Lituania, del viento del Norte, de la vieja aldea y de sus montañas. Le gustaba tanto recordar las cosas que llevó grabadas muy dentro del alma que a veces callado, sin decir palabra, me hablaba de Lituania.
Y el abuelo, un día, cuando era muy viejo allende Lituania me tomó la mano y yo me di cuenta que ya se moría. Y entonces me dijo, con muy pocas fuerzas y con menos prisa: "Prométeme, hijo, que a la vieja aldea irás algún día, y al viento del Norte dirás que su amigo a una nueva tierra le entregó la vida".
Y el abuelo, un día, se quedó dormido sin volver a Lituania. El abuelo, un día, como tantos otros, con tanta esperanza. Y al tiempo al abuelo lo vi en las aldeas, lo vi en las montañas y en cada leyenda, por todas las sendas que anduve de Lituania.

Los recuerdos de los seres queridos que ya no nos acompañan nos generan diferentes sensaciones. Su vida no nos ha sido indiferente, su partida nos generó dolor, tristeza y sufrimiento, sin embargo es gracias a ellos que hemos crecido, es gracias a ellos que hemos aprendido, es gracias a ellos que aún miramos hacia delante sin olvidar nuestro pasado.

Hoy recordamos a abuelos y abuelas que nos brindaron su ternura, que nos cocinaron las mejores comidas, que nos pechicharon y nos entregaron los últimos momentos de sus vidas con devoción.
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Abuelos y abuelas que se subieron a un barco y desde tierras lejanas llegaron hasta aquí para plantar un árbol y no ver sus manos vacías.
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Recordamos a padres y madres que se despertaron temprano para mecer la cuna, para consolar el llanto de sus hijos. Padres y madres que se brindaron enteros por la educación, que dedicaron el sacrificio, el esfuerzo y la tenacidad para transformar a sus hijos en hombres y mujeres de bien.
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Hoy, en este día de reflexión y perdón, intentamos conectarnos con los recuerdos de aquellos que dejaron su huella en nuestros corazones. Padres y madres que se privaron de algunos placeres por el bienestar de sus hijos, que sonrieron junto a las travesuras y lloraron junto a los desengaños y tristezas de sus retoños.
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Hoy evocamos el recuerdo de hermanos y hermanas que ya no crecen a nuestro lado. Recordamos a aquellos con quienes compartimos la infancia, los mejores secretos, la rebeldía, la complicidad, las risas y las peleas, las tristezas y el ambiente de camaradería. Recordamos a quienes deberían haber seguido creciendo junto a nosotros, pero un día del calendario dejaron de hacerlo.
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Esposos y esposas recuerdan a sus cónyuges, a sus amores, a su complemento, a quienes eligieron para formar una familia, para reír y llorar. Maridos y mujeres recuerdan a quienes los han dejado de acompañar a su lado pero nunca los dejarán de acompañar en el recuerdo.
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Padres y madres recuerdan a sus hijos a quienes debieron dar sepultura con tanto dolor y pesar. Padres y madres recuerdan el fruto de sus vientres que no pudo madurar y se desprendieron con rapidez del árbol de la vida.
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Hoy recordamos a nuestros amigos, seres queridos, miembros del pueblo de Israel quienes son parte de nuestra historia personal.
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Gracias a ese recuerdo somos como el abuelo de la canción, amigos del viento del norte, capaces de plantar un árbol, de llenar las manos, de subirnos a un barco, sin dejar de olvidar nuestros orígenes.
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Gracias a ese recuerdo somos como el muchacho de la canción capaces de reconocer a sus amados en cada aldea, en cada montaña, en cada rincón de su existencia.
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Gracias a esos recuerdos aún miramos hacia el futuro con el compromiso de mantener viva la memoria.
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En este momento nos uniremos con nuestros seres queridos que ya no están, a través del recuerdo, a través de Izkor.

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