miércoles, 19 de septiembre de 2007

Rab. Waingortin - Cuando todo tiembla

El mes pasado me tocó ir a Lima, a un encuentro de estudio con rabinos de Latinoamérica. Estudiamos durante cuatro días con un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalem, con un nivel altísimo, fue una gran experiencia. Pero lo que coronó el evento como una experiencia absolutamente inolvidable, fue que el último día nos tocó el terremoto. Estábamos con Gachi en un intervalo antes de la conferencia final, tomando un té en el centro de Lima, cuando empezó a temblar. Como estábamos al lado de un gran ventanal, nos levantamos para alejarnos de los vidrios, como nos han enseñado acá en Chile, y buscamos un lugar seguro donde guarecernos. Fue muy impresionante. Cuando volvimos a la comunidad, obviamente nadie hablaba de otra cosa, y todos contaban dónde estaban y qué hicieron durante esos eternos dos minutos.

Y la anécdota más genial fue la de la esposa de un Rabino de Montevideo. Ella es brasilera, de Sao Paulo, por lo que tenía cero experiencia en estos asuntos. Fue la primera vez en su vida que se le movía el piso. Y para colmo, el terremoto la encontró sola, en una gran multitienda. Ella nos contó que cuando todo se empezó a mover, las sirenas a sonar, la gente a gritar y correr, le preguntó a una señora: Señora, ¿qué hay que hacer? Y la mujer le contestó: “¡Rezar, m´ijita, rezar!” La pobre le preguntó de nuevo: Sí, pero además de rezar, ¿qué hago? Entonces otra mujer la tomó del brazo y la guió debajo de una viga, diciéndole lo que nosotros ya sabemos, y lo que ella esperaba escuchar: Cuando tiembla, hay que alejarse de los vidrios y buscar un lugar seguro: una viga, una columna, o el vano de una puerta.

Amigos, creo que lo que le pasó a la esposa de este Rabino es un símbolo de algo que nos ocurre a todos. La vida es un terremoto constante. La estabilidad es ficticia. Como dice la canción: cambia, todo cambia. Nada es estable. Si eres niño, estás creciendo, tu cuerpo cambia, y eso te sorprende. Si eres adulto, aunque ya no estás creciendo, tu cuerpo también cambia, y eso te sorprende. La gente cambia, nos ponemos más sabios, o más necios. Las parejas maduran, los hijos crecen. Los desafíos cambian, las interrogantes cambian. Las etapas de la vida cambian y nos hacen cambiar. Algunos vivieron este año la Bar Mitzvá de un hijo, o los tnaim o el matrimonio de una hija, algunos vivieron el nacimiento de nietos. Algunos enfrentaron el dolor de una enfermedad o la pérdida de un ser querido. La ciudad cambia, la sociedad cambia. Algunos enfrentan una nueva vida, la independencia, la entrada al mundo laboral; a otros les toca enfrentar el nido vacío. Todos hemos tenido pruebas, en la universidad, en el trabajo, todos hemos tenido altos y bajos. Díganme si no es como un terremoto, tenue pero constante.

¿Qué hacemos para preservarnos, para protegernos? Algunos se paralizan, y solo rezan. ¿Pero hay algo más que podamos hacer ante las incertidumbres de la vida? Yo creo que ante las incertidumbres de la vida, debemos rezar, sí, pero no por rezar: debemos rezar para que D´s nos dé la fuerza y la sabiduría para identificar cuáles son aquellos vidrios de los que debemos alejarnos, y cuáles son las vigas bajo la cuales protegernos.

Amigos, la vida es inestable, y sabemos que cuando tiembla debemos alejarnos de los vidrios, porque pueden estallar y nos pueden lastimar. La sociedad nos rodea de vidrios amenazantes. ¿Cuáles son esos vidrios que nos amenazan?

Yo diría que la principal amenaza, el mayor vidrio del que debemos alejarnos, es la falta de sentido en la vida. Si no sabes para qué vives, nada podrá satisfacerte, y como decíamos en Rosh Hashaná, la insatisfacción es el signo de la vida moderna. Quizás sea esta falta de sentido la que genera todos los demás vidrios de los que debemos alejarnos:

La droga y el alcohol son unos de los vidrios que nos amenazan en esta sociedad terremoto que tenemos. Nos hacen creer que no hay diversión posible sin ayuda externa. Necesitamos estimulantes para lograr estados de excitación que podríamos conseguir internamente si lo intentáramos. No les ponemos límites a nuestros hijos porque tampoco tenemos claro nuestros propios límites. Vivimos en una cultura que premia lo que es inaceptable. Alejémos de las drogas y el alcohol, porque nos lastiman.

Otro vidrio que nos amenaza y del que debemos alejarnos es la infidelidad. La vemos en la televisión como algo natural e inevitable, y sin embargo no es ni natural ni inevitable. Las parejas se rompen porque falta compromiso con las promesas que hemos hecho. Creemos que todo vale, que hay que disfrutarlo todo, de todas maneras. Y eso no es verdad. El sufrimiento que genera la infidelidad matrimonial es muy difícil de curar. No lo merecemos ni lo merece la gente que amamos. Alejémonos de la infidelidad, porque nos lastima.

Otro vidrio que nos amenaza y del que debemos alejarnos es el creer que todo vale porque “todos lo hacen”. La falta de valores hace que perdamos la noción de lo que es correcto y lo que no. Nadie saluda al personal de aseo o de seguridad, para qué? Nadie cede el asiento a los mayores, qué necesidad? Todos compran ediciones pirata de cualquier cosa, qué problema hay? Y así, vamos perdiendo nuestro juicio crítico ante las decisiones éticas que tomamos diariamente. Alejémonos de la falta de valores, porque nos lastima.

Otro vidrio que nos amenaza y del que debemos alejarnos es la banalización de las relaciones humana. Si no obtengo algún provecho, social o económico, de una relación, para qué voy a perder mi tiempo? Tomamos a la gente como instrumentos para nuestro beneficio. Recuperemos la convicción de que cada ser humano ha sido creado a imagen de D´s y tratemos a los demás de acuerdo a esto. Alejémonos de la banalización de las relaciones humanas, porque nos lastima.

Como pueblo judío tenemos nuestros propios vidrios que nos amenazan y de los que debemos alejarnos: el más grave se llama asimilación. La asimilación es creer que el tener la libertad de ser iguales nos impide ejercer nuestra libertad de ser diferentes. Cuando no estudiamos, cuando no practicamos nuestra religión o nuestras tradiciones, cuando no nos basamos en nuestras raíces para tomar decisiones, nos estamos asimilando.

Si D´s te siguiera durante las 24 horas de un día cualquiera con una cámara oculta, ¿se daría cuenta de que eres judío? Si ese día fuera Iom Kipur, sí, a D´s le quedaría claro que está filmando a un judío. Si fuera un viernes, quizás se daría cuenta, pero si te filmara un sábado? Y si el ejercicio lo hiciera un día cualquiera de la semana? Amigos, debemos ser judíos las 24 horas de los 365 días del año. Eres judío por la manera como comes, por la manera como descansas, por la manera como llevas tu vida sexual, por la manera como enfocas tus relaciones humanas con justicia y misericordia, por la manera como tomas decisiones éticas. Si tu estilo de vida es idéntico al de tu vecino no judío, te estás asimilando. Y la asimilación es un vidrio que nos amenaza. Alejémonos de la asimilación, porque nos lastima.

La vida es inestable y en los terremotos debemos alejarnos de los vidrios.

Pero todos sabemos que cuando tiembla, no basta con alejarse de los vidrios, también hay que buscar protección debajo de alguna viga. Ahora, cómo sabemos si una viga que vemos en el techo es realmente una viga que puede protegernos, o si no es más que una viga decorativa? Tenemos que saber que hay vigas estructurales, vigas verdaderas, y vigas decorativas, que prometen una protección que no existe.

Ante la incertidumbre de la vida, muchos buscan refugio en el dinero. Creen que acumular bienes les dará estabilidad, sienten que lo material es la base de su seguridad, y no se dan cuenta de que el dinero es solo un instrumento.

Una de las mitzvot que más se cumplen en Santiago, es la de acompañar a los deudos durante la shivá. Cuando fallece una persona, todos los amigos y familiares se congregan para acompañar a los deudos durante los días de shivá. Y ¿cuál es el salmo que se lee en ese momento? El salmo 49, ése que dice que el ser humano cree que vivirá eternamente y pone su nombre a sus casas. “Pero al morir nada se llevará con él; es semejante a los animales, perecedero”. El dinero no compra la vida: por el contrario, compras vida cuando compartes tu dinero. El dinero no es más que un instrumento. Es una viga falsa, no busquemos refugio en ella.

Otra viga falsa, bajo la que muchos intentan buscar protección es el status social, el éxito, la figuración, el cavod. Son vigas falsas, que se nutren del temor a la muerte y a veces, de una baja autoestima. Recuerden que Moshé, el gran líder del pueblo judío, que recibió la Torá de D´s, fue “ish anav meod”, un hombre sumamente humilde. Es el único atributo que le da el Texto: su humildad. Ante la incertidumbre de la vida, la posición social es una viga falsa, no busquemos refugio en ella.

Amigos, las incertidumbres de la vida nos exigen que busquemos protección debajo de vigas verdaderas.

¿Cuáles son estas vigas verdaderas? Yo diría que la primera, es la fe. Es saber que hay un D´s y que Él es la base de mi esperanza. Hashem lí veló irá, si siento que D´s está conmigo, nada temo. Lo lehitiaesh, no desesperar, es la mitzvá más esencial que D´s nos da.

En hebreo, fe se dice “emuná”, que en realidad, más que fe, significa “fortaleza”. La viga verdadera que nos protegerá ante la incertidumbre de la vida no es una fe mágica. Es la disposición de pensar que a D´s le importa cada una de tus decisiones éticas. La persona de fe sabe que cada vez que hace algo incorrecto está empeorando el mundo, y que cada vez que hace algo correcto está mejorando el mundo. Y sabe que la misión del ser humano sobre la Tierra es dejar el mundo un poco mejor que como lo encontró. Fe es saber que D´s tiene un plan y que tú eres parte esencial de ese plan. Y no es irrelevante si haces tu parte o si no lo haces.

Kevakarat roé edró. D´s recuenta a cada ser humano en este día de Iom Kipur. D´s te cuenta y te tiene en cuenta, sabe de cada dolor y de cada pena tuya, de cada éxito y de cada logro. Esa es la fe que nos protegerá ante las incertidumbres de la vida. Es una viga verdadera.

El saber que eres parte de un pueblo eterno, que sobrevivió a través de siglos de sufrimiento y dispersión, es también una viga verdadera. En este mismo viaje a Lima, dedicamos dos horas en un intervalo entre bloques de estudio a visitar el Museo de la Inquisición. Estaba cerrado (le pasa a cualquiera…) pero visitamos la plaza donde se hacían los autos de fe, donde fueron quemados tantos judíos, entre ellos Francisco Maldonado da Silva, el de La Gesta del Marrano.
Lo interesante es que una de las calles que desembocan en la plaza se llama “Calle de los Judíos”, porque era por allí que llegaban los judíos que iban a ser quemados. Y en esa calle, nos explicó el guía, funcionó clandestinamente una sinagoga hasta 1639. Lo singular es que éramos 20 rabinos de toda América Latina, todos líderes de comunidades activas y pujantes, visitando los vestigios de la destrucción. No nos vencieron. Somos un pueblo increíble, Am Israel jai vekaiam. Nuestras vidas a veces tiemblan como un terremoto, pero pertenecemos a un pueblo eterno. Ante las incertidumbres de la vida, busquemos vigas verdaderas. La pertenencia al pueblo judío es una viga verdadera.

Amigos, la identidad judía es una brújula que nos sirve para orientarnos, si la vivimos conscientemente. Y la identidad judía está indisolublemente ligada a Medinat Israel. Lamentablemente, cuando pensamos en Medinat Israel sentimos más intensamente que la vida judía es un terremoto. El año pasado por esta época caían los katiushas en el Norte. Hoy, los kasam siguen cayendo en el Sur. Ciudades como Sderot viven amenazadas constantemente por los misiles lanzados desde Gaza. Irán sigue armándose a vista y paciencia del mundo. El antisemitismo en Europa sigue fortaleciéndose. Si la vida es inestable, la vida judía es doblemente inestable. Por eso, como judíos debemos respaldar incondicionalmente al Estado de Israel. No existe la distinción entre judaísmo y sionismo. Todo anti-sionista es anti-judío. Y todo judío que no sea sionista, que no apoye irrestrictamente al Estado de Israel, está faltando a la esencia del judaísmo.

Hay otro terremoto que sacude a la vida judía y está en las divisiones internas que sufre nuestro pueblo, las rivalidades, las exclusiones. Debemos delatar esto y ser proactivamente inclusivos. La asimilación reduce anualmente a nuestras comunidades, por personas que deciden alejarse del pueblo judío. No estamos en condiciones de seguir perdiendo judíos. Este año, como todos los años, invito a las personas que están en matrimonios mixtos a que se incorporen a través de una conversión sincera, o que den educación judía a sus hijos.

Fortalezcamos nuestra identidad judía a través del estudio, el cumplimiento de mitzvot, la participación y el compromiso comunitario. Ante las incertidumbres de la vida, busquemos vigas verdaderas. Una identidad judía firme es una viga verdadera.

Otra viga verdadera es la familia judía, que provee redes de contención esenciales para el desarrollo de sus miembros. Celebrar Shabat alrededor de una mesa familiar con velas encendidas, kidush, bendiciones a los hijos. Una mesa de Rosh Hashaná, un séder de Pésaj, venir juntos a Iom Kipur… dime si no forman parte de tus recuerdos familiares más profundos. Tú debes continuar generando esos recuerdos en tus hijos. Y si no tuviste estas cosas en tu infancia, con más razón debes esforzarte para que tus hijos sí las reciban.

En el Shmá Israel decimos: “Ureitem otam, uzjartem et kol mitzvot Hashem, veasitem otam”. Lo verás (el cumplimento de las mitzvot); luego lo vas a recordar, y entonces lo harás. Lo que se ve, se recuerda; lo que se recuerda, se hace. La familia judía es una fuente de continuidad irreemplazable. Ante las incertidumbres de la vida, busquemos vigas verdaderas. La familia judía unida y reconciliada, la convivencia judía, el compartir ritos, el compartir valores, es una viga verdadera.

Amigos, cuando todo tiembla a nuestro alrededor, hay que rezar. Porque rezar nos dará la fuerza y la sabiduría para hacer lo que debemos hacer: alejarnos de los vidrios que amenazan con lastimarnos, y buscar protección bajo vigas verdaderas. Nuestra tradición judía nos indica claramente cómo protegernos. Una identidad fuerte, una fe madura, una familia que comparta ritos y valores, son fuente de sentido y protección.

Amigos, ante las incertidumbres de la vida, busquemos vigas verdaderas, porque sabemos que aunque todo se caiga a nuestro alrededor, ellas seguirán en pie.

1 comentario:

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