sábado, 1 de septiembre de 2007

Rab. Werbin - Ejemplos de Padres e Hijos

Un joven seminarista que se había dedicado a estudiar lógica socrática se acercó a su rabino para pedirle que le enseñara Talmud.
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-Lógica socrática? -Le pregunto el rabino. Dudo que esto sea suficiente para estudiar Talmud. Pero si tu lo crees, te someteré a una prueba: Supongamos que dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro sale con la cara sucia. Cual se lavará el rostro?
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-Ah, rabino, esto es demasiado fácil-respondió el impaciente estudiante-. El hombre con la cara sucia es el que se lava.
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-Incorrecto -respondió el rabino-. El que se lava es el que tiene la cara limpia. Examinemos la simple lógica de esto: El de la cara sucia mira al de la cara limpia y piensa que la suya también está limpia y el de la cara limpia mira al de la cara sucia y piensa que la suya está sucia, y por lo tanto la lava.
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-Nunca había pensado en esta posibilidad -admitió con vergüenza el estudiante. Por favor, rabino, deme otra oportunidad.
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-Entonces veamos nuevamente -dijo el rabino casi en un susurro- Dos hombres pasan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y otro con lacara sucia. Quien se lava la cara? -jAha! -respondió el estudiante. El de la cara limpia se la lava.
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Lo lamento mucho -dijo el rabino-, pero usted se ha equivocado nuevamente. La respuesta obvia es que ambos se lavan la cara y esto es simple lógica. Escuche bien: el que tiene la cara sucia mira al que tiene la cara limpia y piensa que la suya también está limpia, pero el de la cara limpia mira al de la cara sucia y piensa que la suya esta sucia también, y se lava. Cuando el de la cara, sucia vé que el de la cara limpia se lavo el rostro, el también se lo lava. Por lo tanto, los dos se lavan el rostro.
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No había pensado en esta alternativa -se quejo algo frustrado el estudiante-, pero rabino, por favor, deme usted una nueva oportunidad.
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-Muy bien, otra oportunidad -suspiró el rabino--. Dos hom­bres pasan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y otro con la cara sucia. _Cual de los dos hombres se lava el rostro?
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-Los dos se lavan la cara -respondió con entusiasmo el joven estudiante.
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-Otra vez equivocado -lamento el rabino. Ninguno de los dos se lava la cara. Examinemos la lógica: aquel con la cara sucia observa al de la cara limpia y piensa que la suya también lo está. Y el de la cara limpia mira al de la cara sucia y cree que la suya esta sucia. Pero cuando ve que el de la cara sucia no se la lava, el tampoco se la lava. Por lo tanto, ninguno de los dos lava su rostro.
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-Por favor, rabino, se lo suplico, una última oportunidad y le demostrare que puedo estudiar Talmud -pidió el confundido estudiante.
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-Esta es la ultima oportunidad -dec1aró el rabino-. Dos hombres pasan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia. _Cual de los dos lava su cara?
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-Ninguno -exc1amo triunfante el estudiante.
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-Quieres ver como la lógica socrática no es suficiente para estudiar Talmud?
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Dime, hijo -dijo el rabino-, como es posible que dos hombres que al pasar por la misma chimenea, uno salga con la cara limpia y el segundo con la cara sucia? _No te das cuenta de que es una pregunta tonta? Y si debes contestar una pregunta tonta, tu respuesta también será tonta. Vuelve a tu seminario y aprende algo mas sobre lógica antes de tratar de entender el Talmud.
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Este relato, que conocía desde hace tiempo, me sugiere algunas reflexiones que considero oportunas porque tienen que ver con la orientación, formación y educación de nuestros hijos y alumnos, es decir que corresponden a padres y educadores.

Uno de los desafíos más importantes de la educación y de la vida en general, es saber formular las preguntas de manera correcta con claridad, con precisión, con sentido, y así estimular respuestas apropiadas, coherentes, con discernimiento y criterio.
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Más importante que las respuestas es saber formular correctamente las preguntas.
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Hoy asistimos a la sinagoga con más preguntas que respuestas.
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Como rabino y educador, sería lógico suponer que uno debería tener más respuestas que preguntas. Pero precisamente hoy, tengo más preguntas que respuestas.
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Como vimos en el relato, la lógica no siempre funciona. Para una misma pregunta pueden caber distintas respuestas.
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Por eso, me gustaría compartir y analizar con ustedes algunas de ellas.
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Primera pregunta.
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Como padres y maestros, fuimos el apoyo, el sostén necesario para la educación de nuestros hijos y alumnos?
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Al decir del educador Fernando Savater en su libro El valor de Educar, los niños crecen como lo hace la hiedra, contra la pared. Necesitan ayudarse de adultos que les ofrecen juntamente apoyo y resistencia. Si carecen de ese amparo, no siempre complaciente, pueden degenerar en sus conductas.
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Quien asume el desafío de educar a niños y a jóvenes conjuga en su tarea dos elementos, el apoyo y la resistencia. Apoyo porque educar no es solamente educar o instruir, es, ante todo alentar, estimular el crecimiento, entusiasmar.
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Y resistencia, que equivale a límites, porque es imprescindible para educar, aunque no siempre complazca. Apoyar limitando, estimular guiando.
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Apoyar limitando, estimular guiando.
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Al igual que la hiedra el educando se deforma cuando carece de apoyo y de límites.
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Suelo escuchar a padres que critican negativamente al colegio; de la boca de sus hijos difícilmente puedan surgir palabras de agradecimiento para la institución que verdaderamente los forma.
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Está bien construida la pared sobre la que crece la hiedra, o está un poco torcida, hay que repararla?
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Cuando los padres son felices con lo que han logrado, sus hijos aprenderán a valorar lo propio y lo ajeno por igual.
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Si los padres participan y colaboran con la comunidad, seguramente en algún momento sus hijos imitarán el ejemplo, pero si se alejan de ella o no se involucran, también imitarán el ejemplo.
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De acuerdo a nuestra tradición aquel que le enseña algo a un alumno es como si lo hubiese engendrado. Esto no exime a los padres de la formación de sus hijos, por el contrario, los compromete. Tora tiene la misma raíz que more, y su traducción mas fiel es enseñanza, pero también tiene la misma raíz que horeh, que significa padre.
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Entonces ahora, vuelvo a la pregunta, como te sientes como pared para tu hijo, como apoyo para él? Te dedicaste a ser su maestro o crees que eso le corresponde, paradójicamente sólo a los maestros? Eres el sostén para tu hijo o lo dejas crecer a la deriva?

Segunda pregunta.
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Qué valores les inculcamos a nuestros hijos? Con qué ejemplos los educamos?
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Los padres y los maestros, inevitablemente, queramos o no, servimos de modelo para nuestros hijos y alumnos.
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En algunos casos los hijos logran asimilar y capitalizar las equivocaciones de sus padres, diferenciándose de ellos, evitando incurrir en los mismos errores. En otros casos, los hijos repiten las historias, los hábitos y también los deslices de sus padres.
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Los ejemplos, buenos y malos, las actitudes, buenas y malas, las costumbres, buenas y malas que se “maman” en el hogar, voluntaria o involuntariamente, son incorporadas por los hijos. Cuando son niños no tienen aún desarrolladas la capacidad de discernimiento y valoración como para advertir las diferencias y provocar modificaciones. Generalmente, repiten los modelos.

Por eso, si los padres se muestran con alineo, prolijidad, sobriedad y discreción, probablemente sus hijos, de adultos, conservarán similares comportamientos. De la misma manera, si el ejemplo es de descuido, desidia, imprudencia o descaro, difícilmente los hijos puedan adoptar actitudes contrarias.
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Y también, si los padres fuman, poco derecho tendrán de impedir a sus hijos que lo hagan.
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Si los padres tratan con generosidad y decoro a sus empleados, subalternos y compañeros, sus hijos difícilmente adopten un modelo maltrato.
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Si los hijos son irrespetuosos o ponen en tela de juicio la autoridad de sus maestros, es muy probable que también lo hagan con sus padres.
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Los hijos que descienden de padres generosos y desprendidos difícilmente puedan ser personas tacañas, duras y mezquinas.
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Si un padre o una madre golpea a su cónyuge, su hijo o hija probablemente sea golpeador o admitirá ser golpeado.
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Si los padres acostumbran a consumos desmedidos, los hijos aprenderán a preocuparse sólo por sus necesidades y a desinteresarse de las de los demás.

Si los padres son honestos en sus negocios y empresas, sus hijos tomarán el ejemplo, pero también lo harán si manejan sus menesteres de manera licenciosa.
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Entonces, ahora, reformulo la segunda pregunta.
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Predicamos con el buen ejemplo?
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Podemos considerarnos ejemplares para nuestros hijos y alumnos, y como tales, ser dignos para actuar como modelos?
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Nos brindamos a ellos con rectitud e integridad?

La tercera y última pregunta la quiero formular después de compartir con ustedes este relato.
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El vendedor de una tienda de animales domésticos terminó convenciendo a su cliente para que comprara un loro, asegurándole que era uno especial porque hablaba.
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Al día siguiente, el hombre volvió ala tienda y reclamó:
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-El loro que usted me vendió no abre el pico se pasa el día sentado sin hacer nada!
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-Muy raro le respondió el vendedor-. Dígame algo, el lorito picotea la campana?
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Campana, que campana? No hay ninguna campana en la jaula.
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Ah -respondió el vendedor-. Ese es el problema! El loro necesita tener una campanilla. Acaso usted no lo despierta todos los días el despertador? Y no es ese sonido el que hace que se levante para ir a trabajar? Entonces, el perico también tiene que tener una campanilla. El se despierta por la mañana, toca la campana con su pico, escucha el sonido y sabe que ya es hora de empezar a hablar.
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Cuanto cuesta la campana?
-100 dólares.
-Bueno, me la llevo.

A la mañana siguiente, el hombre vuelve a la tienda y se queja:
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-Yo no entiendo a este loro, continua mudo.
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Sin perder la calma, el vendedor le pregunta:
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El perico sube por la escalerilla?
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-Yo no tengo ninguna escalerilla en la jaula.
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¿Hombre! es indispensable tener una escalerilla. Usted no hace gimnasia todas las mañanas? Bueno su loro también necesita empezar el día con un poco de ejercicios. Picotea la campanilla, sube y baja la escalera, la sangre circula y ahí le vienen las ganas de hablar.
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Cuanto cuesta la escalera?
200 dólares.
Bueno me la llevo.
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Dos días después el cliente vuelve a la tienda pero en esta oportunidad bastante furioso.
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Ya no aguanto más. Compré el loro mil dólares, después la campanilla, la escalera y nada de nada. El lorito no habla ni una sola palabra.
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Usted observó si el se mira al espejo? Preguntó el vendedor.
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Que espejo?
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Hombre usted no se mira cada mañana al espejo? Usted se ve a sí mismo, ve su imagen, satisface su ego. El lorito también quiere hacerlo, porque cuando lo hace se siente lindo, bonito, se pone contento, se anima y comienza a hablar.
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Cuanto cuesta el espejo.
Bueno tenemos de varios tipos, pero le recomiendo el espejo irlandés, porque los demás distorsionan la imagen y tal vez al loro no le guste.
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Cuanto cuesta el espejo irlandés?
400 dólares.
Me lo llevo.
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Tres días después el hombre vuelve a la tienda.
Está triste desolado.
El lorito se murió.
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Está usted seguro? Preguntó el vendedor. Que tristeza, el lorito se murió sin haber hablado siquiera una palabra.
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No, no fue así dijo el dueño. Un poco antes de morir me miró fijamente y me preguntó. Usted no me va a dar nada para comer?

Ahora, ya puedo formular la tercera pregunta.
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Qué les brindamos a nuestros hijos?
Cuantas veces le damos a nuestros hijos campanillas, escaleras, espejos, cosas materiales al fin. Pero, ¿les dimos también el alimento moral, la nutriente que los forma y moldea?
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Podemos comprender que darles todo a los hijos no es darles de todo? Asignamos preponderancia a la apariencia o a la esencia?

Las tres preguntas cuya formulación compartí con ustedes nos deben invitar a reflexionar acerca de la responsabilidad que nos cabe como modelos para nuestros hijos y alumnos; del ejemplo que les damos, del apoyo que les brindamos, de los límites que les ofrecemos para que se formen con valores éticos y morales, con decoro y generosidad, con honestidad y valentía, con compromiso y reconocimiento.

Un nuevo año comienza y con él se abren las puertas de la renovación.
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Tenemos la posibilidad de enderezar la pared del crecimiento, de repensar los valores con que educamos a nuestros hijos y el ejemplo que predicamos, podemos revisar que les damos, que demandan y que les hace falta.
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Pero no nos tomemos sólo un instante para ello, reflexionemos con seriedad.
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Porque al decir de Paul Brulat el escritor francés, “Basta un instante para formar un héroe pero es preciso toda una vida para formar un hombre de bien.”

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