viernes, 21 de septiembre de 2007

NUEVO Rab. P. Berman - Aquellas pequeñas cosas

Me emociona mucho volver a verlos esta noche tan especial. Creo que Rosh Hashana no es una festividad judía más. Cada festividad judía nos produce una sensación diferente, pero siempre nos refiere a un lugar muy particular en cada uno de nosotros. Rosh Hashana nos habla del ciclo de la vida, decimos que “el tiempo pasa”, somos nosotros los que un año más, en realidad, pasamos por el tiempo. Rosh Hashana se transforma así en el medio para decidir como será nuestro paso por ese tiempo que transcurre implacable. Cada Rosh Hashana se entremezclan recuerdos de la infancia, de la adolescencia, recuerdos con sabor a festividad judía, lo que uno fue dejando a través del camino, y lo que fue adquiriendo, Rosh Hashana nos habla a cada uno de nosotros, en un dialogo interno necesario, no es un festejo con cohetes y estrellitas de colores, no es solo una cena familiar, es un parar la pelota, y decidir cual será mi próxima jugada.

Nos hemos visto muchas veces este año, hemos compartido tantos diálogos, fiestas, momentos de alegría y también como es natural cuando uno vive, momentos de tristeza. Reunirnos esta noche marca algo especial, muy especial.

El marido le dice a la esposa, sabes querida, voy a trabajar duro y algún día seremos ricos. La mujer lo mira y le responde: ya somos ricos, querido. Nos tenemos el uno al otro y tal vez algún día, también tengamos dinero.

Nos tenemos el uno al otro, somos ricos. Somos una comunidad rica por que nos tenemos el uno al otro. Esto es lo realmente importante.
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¿Todos nos queremos profundamente?
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Todavía nos falta seguir caminando. Limando algunas asperezas por aquí y por allá. Sacar afuera algunos resentimientos. Somos seres humanos, con todo lo que eso significa. Con toda la carga de nuestras virtudes y de nuestros defectos, con nuestros amores y nuestros odios, pero ahí vamos caminando, “nos tenemos el uno al otro, somos ricos”.

Hace poco y gracias a Perla, conocí una herramienta interesante en Internet. Donde uno puede volver a reencontrarse con amigos, con compañeros de la escuela que uno no supo mas en la vida, y luego de 20 o 30 años uno vuelve a saber de ellos, de los caminos por los cuales los llevo la vida, de sus historias, de sus hijos. Me reencontré con un compañero de la escuela primaria. 30 años. Me escribe, “menos pelo y la misma cara de bueno”. Eso habla bien de mí. Algo se pierde en el camino, eso es inevitable, pero algo siempre permanece con nosotros.

Y uno se cree que los mató
El tiempo y la ausencia.
Pero su tren vendió boleto
De ida y vuelta.
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón, en un papel
O en un cajón.

Como un ladrón
Te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan a su merced
Como hojas muertas,
Que el viento arrastra allá o aquí...
Que te sonríen tristes y
Nos hacen que lloremos cuando
Nadie nos ve.

Son Aquellas Pequeñas cosas que nos dejo un tiempo de rosas.
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Creo que la vida, son aquellas pequeñas cosas que nos transmite el poeta, fotografías que día tras día, año tras año, vamos tomando, para luego proyectar la película de nuestra vida, la mía, la tuya, la de nuestros hijos, la de nuestros nietos. De nosotros, de cada uno, depende que deja proyectado en esa película, que verán de nosotros y de nuestra historia aquellos que ya vienen después nuestro, y claro esta, que veremos nosotros. ¿Que dejamos?, ¿solo recuerdos materiales? espero que no, me sentiría defraudado.
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¿Que valores hemos transmitido? Cuánto de nuestra historia, de Nuestra Tradición Judía, por que por algo estamos acá. Lo mas difícil de transmitir son los recuerdos, por eso los recuerdos hay que haberlos vivido antes, y si los recuerdos judíos no los vivimos ahora, el judaísmo agoniza.

Son Aquellas Pequeñas cosas.
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Rosh Hashana es por eso el momento propicio para parar la pelota. Y la tradición judía pone a nuestro servicio diez días perfectos para esto. Para salir de la vorágine, de la rutina, parar la pelota y pedir que nos proyecten las imágenes de nuestra propia película y observar. Lo que somos, lo que fuimos, lo que queremos ser. Ver lo que hicimos, lo que dejamos de hacer. Ver nuestras fallas, nuestras metidas de pata, nuestras faltas de respeto, nuestras promesas incumplidas, nuestras mentiras, nuestro desviar la mirada para mirarnos el ombligo. Y la película sigue y corremos las imágenes como en un Iphone, y Rosh Hashana como una isla en medio del océano, que nos permite examinar nuestras almas.

Son aquellas pequeñas cosas que nos dejo un tiempo de rosas, en un rincón en un papel o en un cajón.
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Abro un cajón y miro en mis recuerdos, y encuentro la foto de mi primer día de clases, cuantos recuerdos, cuantos sueños, ¿cuantos he cumplido? ¿Cuantos aun me quedan por cumplir? Debajo de esa foto la primer carta de amor que escribí en mi vida, vaya que escribía lindo, hoy ya no escribo cartas de amor...y los amigos que se han ido, algunos para siempre, y aquellos que se mantienen en la distancia, la distancia...
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Y las peleas con mi hermano, y las platicas con el hasta bien tarde en la noche, como me ayudaba en matemáticas, y mi padre acompañándome cada mañana a tomar el bus en avenida Rivadavia para ir a la escuela, y los olores de fiesta judía, y mi madre preparando el pescado al horno, y mi abuelo levantando la copa de kidush y la mesa impecablemente blanca y en cada plato un regalo para los mas pequeños, y la mesa completa, ¿cuantos faltan hoy a esa mesa? y aquel Sr. viejito preparándome para mi Bar Mitzva en mi querida sinagoga de la calle Uriburu.

Son aquellas pequeñas cosas, y el encuentro con Perla, y el destino, y mi primer hijo y mi segundo hijo, y sus sonrisas, y quedarse mirando sus rostros, el tiempo que me dejan, el tiempo que me dejen...

Son Aquellas pequeñas cosas. Y año tras año con esta brújula que se llama Tradición Judía, construimos nuestra esencia como seres humanos, construimos nuestros recuerdos. Podemos elegir tirar cohetes para no pensar demasiado en el paso del tiempo, cuanto mas ruido hago mas aturdido estoy, podemos ir mañana a nuestros trabajos como de costumbre, podemos mandar a nuestros hijos a la escuela, como de costumbre. O podemos optar por parar la pelota, y redefinir el rumbo. Podemos optar por una vida vacía de tradiciones judías y de recuerdos judíos, vida judía que termina en nosotros. O podemos optar por una vida judía plena, donde la tradición judía no sea vivida como una obligación o una perdida de tiempo, sino como un placer y como una oportunidad que me da la vida de ser parte de un pueblo, de una historia. Si marcamos el rumbo otros podrán seguirnos.

Un señor se hace a la mar a navegar en su velero y, de repente, una fuerte tormenta lo sorprende y lo lleva descontrolado mar adentro. En medio del temporal el hombre no ve hacia donde se dirige su barco. Con peligro de resbalar por la cubierta, echa el ancla para no seguir siendo llevado por el viento y se refugia en su camarote hasta que la tormenta amaine un poco. Cuando el viento calma, el hombre sale de su refugio y recorre el velero de proa a popa. Revisa cada centímetro de su nave y se alegra al confirmar que esta entera. El motor enciende, el casco esta sano, las velas intactas, el agua potable no se ha derramado y el timón funciona como nuevo.
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El navegante sonríe y levanta la vista con intenciones de indicar el retorno a puerto. Otea en todas las direcciones pero lo único que ve por todos lados es: agua. Se da cuenta que la tormenta lo ha llevado lejos de la costa y de que esta perdido.
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Empieza a desesperarse, a angustiarse.
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Como les pasa a algunas personas en momentos demasiados desafortunados, el hombre empieza a llorar mientras se queja en voz alta diciendo:
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-Estoy perdido, estoy perdido…que barbaridad…
Y se acuerda de que el, es un hombre educado en la fe, como a veces pasa, lamentablemente solo en esos momentos, y dice:
-Di’s mío, estoy perdido, ayúdame Di’s mío, estoy perdido…
Aunque parezca mentira un milagro se produce en esta historia: el cielo se abre, un círculo diáfano aparece entre las nubes, un rayo de sol entra, como en las películas, y se escucha una voz profunda que dice:
-¿Qué te pasa?
El hombre no puede creer el milagro e implora:
-Estoy perdido, no se donde estoy, estoy perdido, ilumíname, Di’s. ¿Dónde estoy Di’s? ¿Dónde estoy?
En ese momento, la voz, respondiendo a aquel pedido desesperado, dice:
-Estas a 38 grados latitud sur, 29 grados longitud oeste, y el cielo se cierra.
-Gracias, gracias. Dice el hombre.
Pero pasada la primera alegría, piensa un ratito y se inquieta retomando su queja.
-Estoy perdido, estoy perdido.
Acaba de darse cuenta que con saber donde esta, sigue estando perdido. Porque saber donde estas no te dice nada respecto a dejar de estar perdido.
El cielo se abre por segunda vez:
-¿Que te pasa?
-Es que en realidad no me sirve de nada saber donde estoy, lo que yo quiero saber es adonde voy. ¿Para que me sirve saber donde estoy si no se adonde voy? A mi lo que me tiene perdido es que no se adonde voy.
-Bien, dice la voz. Vas a San Salvador, y el cielo comienza a cerrarse otra vez.
Entonces, ya más rápidamente y antes de que el cielo termine de cerrarse, el hombre dice:
-Estoy perdido, Di’s mío, estoy perdido, estoy desesperado.
El cielo se abre por tercera vez:
-¿Y ahora que pasa?
-No, es que yo, sabiendo donde estoy, y sabiendo adonde voy, sigo estando tan perdido como antes, por que en realidad ni siquiera se donde esta ubicado el lugar a donde voy.
La voz le responde:
-San Salvador esta a 20 grados…
-No, no, no, exclama el hombre. Estoy perdido, estoy perdido. ¿Sabes lo que pasa? Me doy cuenta que ya no me alcanza con saber donde estoy y adonde voy, necesito saber cual es el camino para llegar, necesito el camino.
En ese preciso instante, cae desde el cielo un pergamino atado con un moño.
El hombre lo abre y ve un mapa marino. Arriba y a la izquierda un puntito rojo que se prende y se apaga con un letrero que dice:
“Usted esta aquí”.
Y abajo a la derecha un punto azul donde se lee:
“San Salvador”
En un tono fucsia fosforescente, el mapa muestra una ruta que tiene muchas indicaciones:
Remolino
Arrecife
Piedritas
Y que obviamente marca el camino a seguir para llegar a destino.
El hombre por fin se pone contento y dice:
-Gracias Di’s mío.

Nuestro improvisado y desgraciado héroe, mira el mapa, pone en marcha el motor, estira la vela, observa para todos lados y dice:
Estoy perdido, estoy perdido.

Por supuesto.
Pobre hombre, sigue estando perdido.
Para todos lados adonde mira sigue habiendo agua, y toda la información reunida no le sirve para nada, porque no sabe hacia donde empezar el viaje.

En esta historia, el hombre tiene conciencia de donde esta, sabe cual es la meta, conoce el camino que une el lugar donde esta y la meta adonde va, pero le falta algo para dejar de estar perdido.
¿Qué es lo que le falta?
Saber hacia donde.

¿Como haría un señor que navega para determinar el rumbo?
Mirando una brújula. Por que solamente una brújula puede darle esta información. Ahora que sabe donde esta, que sabe adonde va y que tiene el mapa que lo orienta, ahora le falta la brújula. Porque si no tiene la brújula, de todas maneras, no sabe hacia donde emprender la marcha.

El rumbo es una cosa, y la meta es otra.

La meta es el punto de llegada, el camino, es como llegar, el rumbo es la dirección, el sentido.
Y el sentido es imprescindible aunque lo único que pueda aportarte sea saber donde esta el norte. Si uno entiende la diferencia entre el rumbo y la meta, empieza a poder definir muchas cosas.

Rosh Hashana es la Brújula, que nos permitirá definir el rumbo, el sentido, el hacia donde. En algún momento de nuestras vidas es positivo pensar en esto. Por supuesto que Rosh Hashana se transforma en la Brújula que podrá o no definir el rumbo que llevamos en la vida en general, pero a mi, aquí y ahora, el que mas interesa plantearles, y en el punto que mas quiero producirles crisis, es en el rumbo que tomaran en relación a vuestro judaísmo, al de vuestros hijos y vuestros nietos. Yo se que somos una comunidad pequeña, pequeña en numero, pero no en actividad, no en vida comunitaria, y es gracias a cada uno de ustedes, que viene, participa, cada día, cada semana, aportando tiempo, que es lo mas caro que podemos aportar, aportando ideas, eso vale, y mucho!! Pero también me preocupa el futuro, y en realidad de nada sirve pre-ocuparse, el secreto es o-cuparse. Debemos unir nuestras brújulas y marcar juntos el mismo norte.
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Somos 130 judíos en un contexto de 13 millones de judíos a lo largo del mundo, puede parecernos esto un porcentaje muy pequeño, pero mañana los sonidos que salgan de nuestro shofar se unirán al sonido de los miles y miles de shofarot de comunidades judías alrededor del mundo que harán sonar sus propios shofarot y también en esa tekia guedola estaremos todos incluidos.

En esta noche sagrada de Rosh Hashana les suplico que alimenten vuestras almas y la de sus hijos con vivencias, recuerdos, y memorias judías. Por que cuando crecemos las recordamos. Por que son aquellas pequeñas cosas...
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Para que sus hijos, y sus nietos, sepan, y ustedes recuerden no solo de donde vienen, sino también hacia donde van. Por que así como tenemos un origen común como pueblo, tenemos un destino común. Como judíos, y como comunidad.
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Rezo en este Rosh Hashana para que podamos vivir con nuestras almas judías conectadas a la tradición judía, a cada una de las festividades, a cada uno de los momentos sagrados que nos unen, al Shabat, a Israel, a Ierushalaim, a cada judío a través del mundo y a cada ser humano.

Shana Tova Umetuka
Por un año bueno y sumamente dulce.
Que seamos inscriptos y sellados en el Libro de la Vida.

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